martes, 22 de marzo de 2011

Nota publicada en revista Caras y Caretas, marzo 2011

Hay alfombras de todos los colores
Por Lorena Cancela

Desde la Antigüedad Clásica hasta nuestros días los hombres nos hemos juntado para celebrar el arte en las competencias griegas para elegir la mejor tragedia o comedia, en los espectáculos ambulantes de la Edad Media o en los conciertos de rock. El cine no se ha quedado afuera de estos festejos, e inventó los festivales: eventos donde, entre otras cosas, se premian películas. Estas son elegidas por un jurado integrado por profesionales del cine: actores, directores, críticos, escritores y/o periodistas. Lo de que premian a la mejor película es relativo, pero legítimo: películas que pasan desapercibidas en un festival son las estrellas en otro. A ningún arte como al cine le queda tan bien la frase "cada maestrito con su librito".
Desde una perspectiva histórica los premios son también el testimonio de una época: en la primera Muestra de Cine, realizada en Venecia en el año 1932, galardonaron a la cineasta nazi Leni Riefenstahl. En el año ’34 el Mejor Film Extranjero ya se llevaba a su casa la Copa Mussolini. Dicen que estos hechos fueron el puntapié para que un grupo de críticos franceses le pida a su gobierno realizar un festival más imparcial y así, unos años más tarde, surgió Cannes. Los franceses suenan orgullosos al comentar que la única vez que no se celebró fue en 1968. Pero éste también tiene sus entretelones: a Francois Truffaut, un año antes de que fuera premiado por Los cuatrocientos golpes, le negaron la acreditación como crítico por sus comentarios en contra de la cinematografía de su país.
Cannes, Berlín, Venecia son los festivales europeos más importantes y, en alguna medida - el eurocentrismo todavía sigue vigente en el mundo del cine-, los que marcan la agenda internacional. Las malas lenguas dicen que por estar en algunas de las secciones de Cannes hubo algún cineasta argentino que cambió un plano de su película por sugerencia de los curadores. También es cierto que son estos mismos festivales los que promueven a directores de países emergentes, o directamente carentes de políticas cinematografías, como Tailandia, Filipinas, o Irán. Y que fuera de los festivales (se hagan aquí, o allá) es cada vez más dificultoso, por la hegemonía de Hollywood, conocer qué está pasando en el mapa cinematográfico.

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