lunes, 18 de abril de 2011

Bafici 2011 (Última parte) Balance/Poetry/Le Quattro Volte

Entre otras cosas, un festival de cine es un momento donde periodistas, críticos, estudiantes, actores, programadores, aficionados, espectadores consiguen una identidad social que se sostiene pura y exclusivamente por su cinefilia. Como si la cinefilia fuera una patria. Bueno, esa es la idea del crítico norteamericano Jonathan Rosenbaum. El Festival de Cine Independiente de Buenos Aires es, desde sus inicios, un festival donde los temas importantes son los nuevos realizadores, o las nuevas películas de los directores consagrados que, a pesar de su legitimidad, son cada vez más difícil de encontrar en las salas comerciales.
El Bafici tiene 13 años, pero todavía tiene pendiente en su agenda conseguir una ley que asegure su continuidad más allá de los gobiernos y aumentar su presupuesto: el mismo desde hace 4 años. Quizás a una persona a la que el cine no le interesa le parezca absurdo que el Bafici exista. Como hay otra tanta gente que piensa que es absurdo que exista el Fútbol para Todos. Una película argentina, Los tres berretines, lo explicó años atrás: El tango, el fútbol, el cine son pasiones argentinas que hacen a nuestra identidad cultural.
Y esa pasión no es exclusivamente porteña, es nacional, y latinoamericana: al festival llegan cinéfilos de todas partes del país, y de distintos países de América del Sur. Por eso el festival es también una buena oportunidad para conversar sobre los temas de las agendas culturales de los países vecinos, o amigos. Más de 400 películas pasaron estos días por Buenos Aires lo que implica un esfuerzo de coordinación de copias, y programación de salas considerable por parte de los que trabajan a nivel institucional.
Visionar todas las películas sería una proeza imposible de cumplir. Sin embargo, no habría que plantear el desafío como un asunto de cantidad (de cuántas películas vio cada espectador) sino en términos de qué cosas aprendió, o sufrió, o disfrutó cada espectador. En mi caso, y a la manera de balance, una de las películas que más disfruté fue la coreana Poetry de Lee Chang Dong. Ésta cuenta la historia de una mujer que,  mientras cuida a un hombre minusválido y asiste a un curso de poesía, trata de encubrir a su nieto por un delito que éste habría cometido.
Poetry podría remitir a otra película coreana reciente como Mother (Madre, Bong Joon-ho). Como esta última, Poetry está sostenida por la interpretación de un personaje femenino (excelentes Jeong-hie Yun y Hye-ja Kim respectivamente) que trata de proteger hasta las últimas consecuencias a un ser querido en medio de un contexto de recursos limitados. Pero mientras que la primera elige la exageración como variable estética la segunda elige la sutileza, la delicadeza. En este sentido es casi un tratado a contramano del cine coreano de exportación que suele ser espectacular, sanguinolento y efectista. O, en su defecto, lleno de escenas eróticas para el deleite del caballero.
Alejada de todo eso, la película entera es una poesía en sí misma. Hay varias escenas para recordar, pero una se me viene a la memoria: Nuestra heroína, que se ha enterado que tiene Alzheimer, va a un lugar a buscar inspiración para escribir. Saca su cuaderno, comienza a llover y las gotas caen sobre su cuaderno de apuntes. Pero ¿son las gotas de lluvia, o son sus lágrimas? Esa “información” difusa, poética (en la mejor acepción de la palabra) es la que está presente en el film.
Al mismo tiempo, hay toda una reflexión a propósito de la representación, de cómo hacer para dar cuenta poéticamente de un suceso. ¿Basta con la experiencia personal? ¿Hay que atravesar una situación traumática para escribir? ¿Un amor profundo y/o un desamor de igual intensidad? ¿Y si una vida transitó sin demasiados sobresaltos? Para escribir hay que buscar adentro de uno, dice, el profesor. Todos tenemos algo para decir, o para  expresar poéticamente. De hecho, y me parece que no es un dato menor, los que asisten al taller tienen variadas ocupaciones: uno es policía, otra es enfermera.
Poetry encuentra las imágenes justas para trasmitir ideas, y sentimientos que dichos de otra manera, o puestos en otra película, podrían parecer grandilocuentes, o absurdos. Es que Lee Chang Dong hace un tratado sobre la poesía utilizando con maestría las posibilidades narrativas del cine. Pero la poesía es la excusa para referirse al arte, y la necesidad humana de estar en contacto con el. Una necesidad que trasciende cualquier clase social, o idiosincrasia, y por ende, no es propia de ninguna elite. 
Le Quattro Volte/Las cuatro veces
Cuando una película refiere de alguna manera a la matemática corre el peligro de transformarse en un trabajo muy esquemático. Solo los cineastas con talento pueden referirse a números en sus películas y filmar, paradójicamente, películas donde 2 + 2 no sea igual a 4. Ten, Five son dos ejemplos. Le Quattro Volte de Michelangello Frammartino es otro.
Al comienzo parece una película que cumple con cierta fórmula del cine independiente de hace unos años, en la línea de Lisandro Alonso: Sigue a un hombre solitario que tiene una actividad poco común para las personas urbanizadas como es la de llevar cabras a pastorear. Pero gradualmente cambia de dirección y los protagonistas pasan a ser los animalitos. Especialmente un cabrito que vemos nacer y luego salir al monte por primera vez. En un giro novedoso para el cine independiente actual, que en general muestra a los animales solo cuando van a ser faenados, al seguir al cabrito le otorga una historia, lo subjetiviza.
El realizador se detiene a observar como viven estos animales, y las cosas que hacen. De alguna manera, los personifica. Así, lo que mayoritariamente era una película sin palabras se transforma en una película “hablada” por las cabras. Luego, el film vuelve a cambiar nuevamente de dirección y el personaje principal pasa a ser un árbol. A éste lo talan para un ritual del pueblo, y luego lo usan para hacer carbón. El mismo carbón que se estaba calcinando al comenzar la película.
A un título numérico, una película con estructura cíclica y orgánica. Un film que dialoga no solo con los hombres sino con la naturaleza, sus ciclos y misterios. Para terminar, Las cuatro veces demuestra cuán vivo está el cine alejado de cualquier fórmula y que éste puede seguir sorprendiéndonos.
Copyleft Lorena Cancela


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