miércoles, 20 de noviembre de 2013

Festival de Mar del Plata/India de Rosellini

Dedicarse a la crítica de cine no es fácil. Contrariamente al lugar común que considera al crítico un ocioso, un tipo que vive de lo que otros hacen, creo que el crítico (al menos como yo entiendo a la crítica y tal como lo definí en Estado Transitorio) es un luchador. Para un crítico que realmente ama al cine (que tiene un vínculo desinteresado, o interesado pero en términos estrictamente intelectuales o emocionales o espirituales) no siempre es fácil llegar a un festival. A veces hay que sortear distintos obstáculos para hacer algo que, por otro lado y a primera vista, no es un fundamental. Porque, seamos, sinceros, mirar películas no es algo fundamental. En el estado actual del mundo (donde laten guerras, todavía hay gente que pasa hambre o vive en la calle al rayo del sol o el frío más cruel, frente a la trata de personas, una naturaleza que nos advierte del daño que le estamos haciendo) mirar películas no es algo fundamental.,

Sin embargo, esa inutilidad de la crítica es la que la hace interesante. Que la crítica no sirva para nada es lo  que hace a la crítica  necesaria en un mundo utilitario donde tener es valer, donde tantos contactos tienes tanto vales…. Los que se quejan de la crítica de cine quizás se quejan de algunos que hacen crítica, o dicen hacerla. Los que hacen de la crítica algo utilitario, o usan al cine para sacar algún rédito: material, momentáneo, mundano, mediocre, a corto plazo. Sin crítica, sin tipos que hicieron y honran la actividad, no habría festivales de cine, como el de Mar del Plata que, por ejemplo, surgió por iniciativa del Presidente Juan Domingo Perón y continuó gracias a la labor de un grupo de críticos que engrandecieron a la profesión y al mundo.

En su vigésimo octava edición, el Festival de Mar del Plata tiene a uno de los mejores cortos institucionales realizado por el genial Juan Pablo Zaramella. El director de la multipremiada Luminaris realizó un corto que sintetiza la ciudad y lo onírico del cine a través de un lobo de mar animado que recorre y atraviesa distintos espacios. Antes variados cortos de Sucesos Argentinos (el noticiero que se proyectaba en los cines argentinos antes de cada película) cumplen con una de las funciones más importantes de los festivales: educar. Los cortos educan no exclusiva o necesariamente por el contenido que muestran (uno de los cortos es muy anacrónico en este sentido porque invita a denunciar a los que maltratan a las paradas de colectivos: que eran literalmente palos donde se pintaban los números) sino porque dan cuenta de cómo pensaba, sentía, o se buscaba forjar y construir el entramado social.

Y si de entramados sociales hablamos no puedo dejar de referirme en este primer post a la película Bright Day del iraní Hassein Shahabi. En la línea de películas como La Separación  de Fahardi, e incluso Ten de Abbas Kiarostami (dos realizadores que, y en respuesta a mi pregunta, el mismo Hassein citó como referencias en la conferencia de prensa que dio en el festival) Bright Day da cuenta de unas horas en la vida de una maestra de jardín de infantes, Farhoudi, que ayudada por el remisero Kiani trata de reclutar testigos para un juicio que puede llevar a un hombre  (el padre de una alumna suya) a la muerte. Sin embargo, el juicio apenas se muestra (marcando una distancia con películas como Primer Plano o la citada La Separación) y el foco está puesto en el periplo emocional y moral de esta mujer que lucha por lo que cree que es justo, y lo que tiene que enfrentar por eso.


Bright Day no es una película perfecta, ni es una obra maestra de la cinematografía pero rescata el espíritu del mejor cine iraní: aquel que cree que a través de una cámara se puede descubrir al mundo y a los seres humanos y sus almas.

Si de descubrir al mundo se trata, de ese cine que algunos teóricos han definido como enciclopédico, no puedo dejar de mencionar a India de Roberto Rosellini. Esta película de 1959 que el festival proyecta en copia restaurada – aunque en la función que asistí hubo problemas con el color – cumple con eso del cine como ventana abierta al mundo. Ahora bien, este concepto no debería interpretarse como sinónimo de un recorte neutral del mundo. De hecho el mismo Rosellini, a través de la voz off del comienzo que etiqueta y compara, deja en evidencia la presencia de un narrador no neutro que nos introduce a la India. Claro que la genialidad del italiano radica, entre otras cosas, en que avanzado el relato él le da la palabra a los habitantes de los lugares que visita para que cuenten su historia en tono ficcional. O sea, por un lado, Rosellini se corre del lugar del que filma y enmarca la mirada (el que juzga, clasifica y etiqueta lo que ve) y por el otro rompe con la frontera de lo que supone un documental debe ser.


El capítulo dedicado a los elefantes es antológico. Rosellini, y tal como ha demostrado en otras de sus películas ficcionales, filma como nadie a los animales, y a estos en su relación con el hombre para bien y para mal. Ver este tipo de películas justifica el traslado a Mar del Plata. 

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