sábado, 8 de febrero de 2014

Lucía Puenzo/Wakolda

A los 8 años, Lucía Puenzo miraba como su padre recibía el Oscar a la Mejor Película Extranjera por LA HISTORIA OFICIAL. Hoy ella y su film WAKOLDA – que versa sobre la amenaza del médico nazi Mengele a una familia en el Sur de la Argentina- han sido elegidos para representar al país frente a los premios Goya que se entregan el próximo domingo en España. Siempre tuve ganas de entrevistarla porque filma las historias que ella escribe y en diciembre del año pasado, para la revista Caras y Caretas -donde en el número de enero 2014 los lectores se encuentran con una versión extendida de este diálogo- lo logré. Más abajo comparto pasajes de esa entrevista.


Lorena Cancela: Al igual que tus anteriores films Wakolda está basada en un relato tuyo de ficción... Como cineasta ¿cómo fue adaptar una novela de tu propia autoría? ¿Tuviste que "sacrificar” algún aspecto de la historia en pos de la comprensión de la trama cinematográfica?

Lucía Puenzo: Sí, claro, todo el tiempo. Más que sacrificio es un experimento. Las libertades que me tomo al escribir son posibles porque soy la misma persona. Dudo que de no hacer así la autora me permitiera cambiar tantas cosas. Pero la novela ya está ahí, la película puede ser otra cosa. En Wakolda, el punto de vista es radicalmente distinto: en la novela, aunque no es una primera persona, todo el tiempo está presente esa mirada de Mengele diseccionando el mundo como si fuera un gran laboratorio o un zoológico. La película avanza de la mano (y a través de los ojos) de Lilith, la adolescente protagónica que se fascina con ese médico alemán desde el momento en que tienen su primer encuentro en medio de la ruta del desierto. A la hora de escribir, este cambio en el punto de vista, implicaba imaginar la historia de nuevo. Era lo único que tenía claro cuando empecé la adaptación: quería contar esta historia a través de ella, y no Mengele. Y que el lenguaje cinematográfico de Wakolda estaba en ese contraste entre la inmensidad de la Patagonia, esos paisajes infinitos, y el mundo de lo diminuto: los planos detalles de la libreta, de los experimentos, de las muñecas, y los cuerpos de los protagonistas.

L.C: Si bien Wakolda es una ficción está basada en hechos reales. ¿Cómo llegaste al tema? ¿Trabajaste en algún momento con material de archivo?

L.P: Tardé un año y medio en escribir la novela y fui descubriendo la trama a medida que la escribía, no sabía hacia dónde iba en un principio. Apenas tenía en la cabeza el comienzo. Quiénes eran esos personajes, cómo hablaban y hacia dónde iban lo descubrí a medida que escribía cada página. Sigo creyendo que Wakolda es, por sobre todo, la historia de una seducción y de una cacería. Una doble cacería: la de Mengele hacia la protagonista y su familia. Y la fascinación que ellos le generan, tan enorme que ni siquiera puede irse aunque el cerco se va cerrando sobre él

L.C: Actualmente el rol de la escritora y la directora están a la par. ¿Pensás que en el futuro seguirá siendo así? ¿O alguno de estos roles subsumirá al otro?

L.P: No lo sé. Tengo claro que no podría filmar todos los años. Hace años que empieza a darse naturalmente que haya años dedicados a la escritura y años dedicados a filmar, y es un ritmo que me gusta. Escribir una novela es tomar el camino opuesto a filmar una película. El cine se hace en equipo y es caro. La literatura, en cambio, es un trabajo solitario y sólo necesita de alguien que escriba. Es un universo donde vale todo, permite desvíos, asimetrías y digresiones. Se pueden incluir frases sin sentido sólo porque suenan bien.

L.C: El cuerpo como lugar donde se posa de alguna manera algún tipo de poder (simbólico y también físico como en el caso de XXY) o vejatorio como en este caso es un tópico central en tu filmografía. ¿De dónde te viene este interés? ¿Por qué elegís el cuerpo como punto central para hablar de la sociedad?


L.P: Recién ví los ecos que tienen XXY y Wakolda cuando terminé de escribir la novela. No lo percibía mientras estaba sumergida ahí adentro. Ahora sí veo con total claridad hasta que punto el cirujano dispuesto a todo para normalizar -que ya de por sí es un termino cargado de ideología- el cuerpo de Alex, tiene tanto que ver con esa versión fanática y perversa de la perfección racial que defendía Mengele. Y cuánto tienen que ver entre ellas las dos protagonistas: Alex y Lilith. Hasta las actrices tienen algo que ver entre ellas ¿no? Reúnen en un mismo cuerpo cosas que parecen imposibles: son sexuales y asexuadas, parecen frágiles pero no lo son, son aniñadas pero de mirada sabia.

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