Eugenio Zanetti es cordobés. A
fines de los años ’60 se fue del país en busca de darle rienda suelta a su
enorme talento. Si bien ya tenía experiencia en el teatro, su primer trabajo en
el cine fue, ni más ni menos, que de la mano del director e intelectual
italiano Pier Paolo Pasolini. Nunca se imaginó ganador de un Oscar, pero se
ganó uno. Es también un gran pintor, tiene una serie
de óleos sobre la Guerra de Malvinas muy impactantes. Esta conversación tuvo
lugar en marzo del 2012 a propósito del estreno de Secretos de Pasión donde se
encargaba de toda la dirección de arte. Ese mismo año lo reencontré en
noviembre en Tandil Cortos. La foto de más abajo que
ilustra la entrevista fue tomada allí, en el Hall del Teatro del Fuerte. En ese
entonces estaba en plena etapa de pre-producción de Amapola que se estrenó el jueves en Buenos Aires. La película – más cercana a una concepción teatral de la imagen que cinematográfica- se
traslada por distintos tiempos de manera operística y fue íntegramente filmada en el Delta argentino. Más abajo algunas ideas de un
artista argentino muy singular, un hombre del Renacimiento que nació en esta época.
L.C: ¿De dónde le viene su
interés por crear, o recrear, mundos imaginarios o reales?
E.Z: Yo tengo la impresión de que
todos los espacios en el universo son imaginarios. En Oriente dicen que la
realidad es una ilusión, pero que la verdad siempre es mostrada. Por ejemplo,
el lugar donde estamos refleja mi idea de Buenos Aires, de cómo era mi
infancia, etc. Lo que yo hago, en el teatro o el cine, es seleccionar algunas
imágenes de esa ilusión y darle una forma que ilustre el conflicto dramático. Lo
que yo hago es pensar cuáles son las fuerzas que se oponen, y ver como eso lo
puedo plasmar visualmente.
L.C: Su vida transcurre entre
Córdoba, Los Ángeles y Buenos Aires, pero tengo entendido que su primer trabajo
fue en Afganistán…
E.Z: Primero fui a Paris, Italia,
a Europa a los 19 años, y a los 20 fui por tierra con unos amigos a Pakistán,
Irán... A mí me interesaba mucho el sufismo que es una filosofía no religiosa
que tiene su origen en Asia Central. Eran los años ’60, yo no fui a buscar un
gurú como Los Beatles, pero también, como todo joven, fui en una búsqueda.
Llegué a Afganistán y tuve la suerte de acercarme a Pasolini y sugerirle para
su Medea Turquía Central, y eso me valió mi primera experiencia en cine.
Pasolini fue muy amable y trabajar con él en el departamento de arte fue un
shock para mí en ese entonces. Fue una experiencia muy rica, muchos meses en
Turquía e Italia.
L.C: ¿Usted entonces tiene una
formación más europea, y asiática que norteamericana?
E.Z: Sí, nosotros en esa época
nos nutríamos de cine europeo, ya sabíamos quiénes eran Truffaut, Pasolini, el
mundo nuestro, de mi generación, era el cine europeo, no el norteamericano.
Habíamos leído a Leo Salas, y sus exégesis de Bergman, a Alsina Thevenet.
Estábamos en contacto con ese mundo que tuvo la Argentina de vanguardia. De
hecho, aquí se descubrió a Bergman antes que en Europa, y Tarkovsky era un
éxito de taquilla. Que este director sea un éxito de taquilla en Buenos Aires,
y Córdoba es algo inusitado para el mundo.
L.C: ¿Cuál es su base hoy?
E.Z: Mi base del segundo acto fue
Los Ángeles, mi base del tercer acto es la Argentina, y Los Ángeles. Construí
un hotel en Córdoba con un socio donde puse algunas cosas de cine y donde
pinto.
L.C: ¿Se siente cómodo en la
Argentina actual?
E.Z: He vivido muchas Argentinas.
Nunca pienso en el pasado, ni el futuro, la Argentina de hoy me gusta, me
encanta, es mucho mejor que muchas Argentinas que vivimos antes en medio de
conflictos muy tremendos y tiranías militares, pero no le pido nada al país:
Todo lo que no pude hacer acá, lo hice afuera. Una vez estaba dirigiendo una
obra de Noel Coward y como era inglés estaba prohibido dije: Buenas noches.
Creo que uno tiene que vivir a veces circunstancias que no son las mejores y
ver qué se puede hacer con eso. Hoy siento que a la Argentina, con todas sus contradicciones, tengo cosas que
devolver.
L.C: La exposición de pinturas
que está armando ¿tiene que ver con eso?
E.Z: Sí, son más de 50 pinturas.
Hace poco pinté un cuadro que tiene que ver con lo político que se llama La
Masacre del Belgrano donde está Margaret Thatcher rodeada de monos en un Mar
Negro que quiero que quedé acá, no es un panfleto, es una expresión artística.
Es muy difícil hablar artísticamente de ciertas cosas: hay que crear una obra
que no sea solo emocional, pero que reflejo lo que pasó, o cómo uno lo vio…
L.C: Ganar un Oscar ¿en qué le
redundó?
E.Z. El Oscar a mí no me cambió
la vida, pero creo que cambiará la muerte (ja!) Es que seguro que lo primero que
dicen es Ganador de un Oscar. Es un punto, son marcas en el espacio y en el
tiempo que ocurren en la vida de todas las personas. En realidad, yo pienso que
más que por la que gané Restauración
me lo merecía por otra en la que también estuve nominado Más allá de los sueños. Estoy contento, aunque no me significa nada
muy especial.
L.C: ¿Cómo es trabajar en
Hollywood?
E.Z: En primer lugar yo creo en la adaptabilidad, ser adaptable es la base
de la supervivencia, y siendo argentino, con mi formación europea, yo fui a
trabajar allá no para aportar sobre lo técnico sino sobre otras cosas. Por
ejemplo, sobre mis conocimientos en Historia del Arte. Pero en Estados Unidos
hay que ser muy flexible y cuidadoso al hablar de estas cosas porque allá no es
como acá que somos más intelectuales. Yo usé allá mis ventajas de ser argentino
al máximo.
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