sábado, 4 de octubre de 2014

Sobre las series de televisión y el cine

Algunas décadas atrás uno de los temas recurrentes entre los grandes críticos o realizadores (de Godard a Daney, de Rosellini a Hitchcock) era el diálogo, o la tensa relación, dependiendo los casos, entre el cine y la televisión. Serge Daney en un brillante ensayo titulado "Como todas las viejas parejas, el cine y la televisión han terminado por parecerse" (2004, Cine arte del presente) asegura que la televisión se ha filtrado en el cine de tal manera que ya no es posible distinguir entre uno y otro lenguaje. 

En este texto hay también una observación muy interesante a propósito de como la televisión iba hacia los formatos "news and games" (noticias y juegos). Si Serge viviera, el texto es de 1982, no se sorprendería de mirar como, y efectivamente, una parte importante de los programas de televisión, sobre todo de aire y privados, ha ido indudablemente hacia ese lugar. Ahora, quizás sí se sorprendería con series de televisión realizadas en el seno de Hollywood, donde el cine no ha sido del todo vampirizado: al contrario en algunos casos es la referencia ineludible por los tipos de planos, encuadres, historias, personajes e, inclusive, formatos utilizados.

Series como la mundialmente comentada Breaking Bad (que ya ha cumplido un año fuera del aire, por lo que algunos seguidores y fans están exigiendo una continuación, o precuela) es quizás la más evidente a propósito de este diálogo entre el cine y la televisión. En principio porque es imposible entenderla viendo los capítulos por separado, y en segundo lugar porque su personaje principal: Walt (el estupendo Bryan Cranston) refiere más a los personajes de los míticos años setenta de Hollywood creados por Scorsese, Coppola, De Palma que algún otro personaje de la televisión actual. La ambigüedad moral que lo caracteriza, su transformación física y emocional, su afán de venganza (que conlleva "daños colaterales"), su paulatina autodestrucción subjetiva, lo ponen al lado de otros inolvidables personajes como Travis Brickle. 

Pero mientras los personajes de la década del '70 se movían en una estética pirotécnica y por momentos operística o de video-clip (afín por otro lado al estilo de los cineastas citados) Walt se mueve en una estética cercana al cine independiente de Estados Unidos (o lo que comúnmente se define como tal) que, a diferencia del cine realizado en el centro de la industria Hollywood, compone personajes con vidas "comunes", que habitan casas "típicas", sus trabajos no tienen nada que ver con el mundo espectáculo y, sin embargo, esconden fuertes tormentas y conflictos no resueltos en su interior que los llevan a cometer los actos más irracionales. Obviamente, no se puede establecer una relación uno a uno entre la serie Breaking Bad y la obra de, por ejemplo, Tod Solondz, pero en Felicidad (1998), por citar un caso, también estamos frente a un personaje que tiene una vida de apariencia y otra oculta (en su caso por ser pedófilo).

Breaking Bad no es el único ejemplo dialógico. El juego de tronos y Vikingos son también series que responden a ese género tan exitoso en la pantalla grande de los mundos pasados con personajes bien identificables pero, en sus casos, con más contenido que sus parientes cinematográficos. Estas dos series demuestran además que la estética de la repetición (tal como la definió Omar Calabrese) sigue vigente en el audiovisual como una premisa de composición en el sentido que surgen productos que son parecidos aunque no iguales. La reciente Helix (por AXN) también refiere a "complots" gubernamentales bacteriológicos que antes fueron tratados por el cine, como por ejemplo en la versión de Abel Ferrara de Body Snatchers, que por la televisión. 

La cantidad, y calidad de las series y su intertexto con la pantalla grande (en lo que algunos definen como La edad dorada de las series de televisión) está acompañada por una tendencia en alza en lo que respecta a las formas de visionado: las pantallas son cada vez más grandes, la calidad de imagen es cada día mejor y, para algunos, en el cine comercial (excepto las salas de arte) es cada vez más difícil encontrar una propuesta atractiva. El hogar es la sala de cine y esto a su vez permite en el mientras tanto otra interacción, la virtual instantánea (al menos eso ocurrió con la citada Breaking Bad) por twitter y facebook con otros espectadores que no están al lado de nuestra butaca, ni tampoco los encontraremos a la salida de la proyección.

El tema, por supuesto, da para mucho más que un post de blog. Para los interesados, adjunto un video sobre el tema producido por Audiovisual Télam con aportes del historiador Fernando Martín Peña, los actores Gastón Pauls y Rodrigo Noya y quien firma. https://www.youtube.com/watch?v=w9f1LHVwqg4

Copyleft Lorena Cancela