lunes, 1 de diciembre de 2014

29 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata:Le Meraviglie/Schrader/Jauja

En principio, uno de los puntos más altos del 29 Festival de Cine de Mar del Plata fue el corto institucional de Esteban Sapir, una auténtica gema, un trabajo intertextual que conjuga escenas de películas memorables (Jules et Jim, Un verano con Mónica por citar dos)  y las inserta de tal manera que las trae al presente. De alguna manera, el corto cumple el presupuesto deleuziano de la imagen cristal, una imagen al mismo tiempo presente y pasado que es lo que sintetizó esta edición en su conjunción de retrospectivas (Christensen en etapa brasilera, Tinayre, Aleksei German) y cineastas nóveles. En la presentación en el ENERC, en diálogo con su director artístico Fernando Spiner, este comentaba que lo que definía a este encuentro era el diálogo entre lo clásico y lo novedoso: el corto de Sapir era la entrada perfecta a este concepto. Le agradecí internamente a Sapir  que tuviera en cuenta la memoria del cine y del mismo festival. Más abajo el link:

                               https://www.youtube.com/watch?v=M61-KLL_cY0

De las películas ganadoras Le Meraviglie de Alice Rohrwacher fue la que obtuvo más reconocimiento si se tienen en cuenta los premios oficiales y paralelos (no me toca a mí analizar si la cantidad de premios extraoficiales es algo positivo o negativo para un festival pero hay que señalar que en esta ocasión fueron muchísimos). Le Meraviglie cuenta la historia de una familia de productores de miel que viven en el entorno de una Italia rural. La directora se las ingenia para quebrar, o resemantizar, el concepto de los brutti sporchi e cattivi afín a cierto preconcepto construido en torno a la Italianidad, y los trabajadores, y crea una película de personajes intensos, con una sensibilidad a flor de piel que es amenazada por los “avances” del mundo actual. Le Meraviglie no precisa exactamente un tiempo, ni tampoco declama una u otra idea: sigue a sus personajes en el día a día, en su esfuerzo por cosechar la miel y sobrevivir, en el riesgo que implica dedicarse a esta actividad para algunos en extinción (ciertos informes sostienen que el uso de pesticidas está haciendo desaparecer a las abejas).

A propósito de una escena de la película, donde padre e hija deben recolectar un enjambre asentado en un árbol, me vino al recuerdo un texto de Serge Daney, donde revisita a Bazin, y sostiene que filmar implica un riesgo: el de poner en el mismo plano elementos heterogéneos, como en este caso, el hombre y las abejas.

Cito la frase y agrego los sustantivos: “Porque la coexistencia, frente a la cámara, del cocodrilo y de la garza (…) no carece de problemas sobre todo (suplanto) para la muchacha y las abejas, y porque hablar de elementos heterogéneos es un eufemismo allí donde se trata de una incompatibilidad violenta (…).”

Le Meraviglie también construye lazos de amor parental y fraternal que trascienden los estereotipos: Wolfgang, el padre, es machista con su hija Gelsomina pero al mismo tiempo le delega el mando de la producción. La madre es al mismo tiempo protectora y displicente, los hermanas se quieren, pero también se celan. Cuando llega “el extraño” Martin - en lo que quizás sea una solapada referencia al film Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini – algunas cosas cambian pero no tanto como para romper los vínculos entre ellos.

Gelsomina es uno de los personajes femeninos más hermosos que ha dado la pantalla grande en los últimos años. Y es el personaje central de esta película, el que todo lo une, y lo resuelve, alrededor del cual suceden las cosas buenas y no tanto. María Alexandra Lungu se carga al hombro la película, y una parte de la memoria del cine italiano: Gelsomina es también la protagonista de La Strada (1954) de Fellini.

Le Meraviglie (que venía de obtener uno de los premios más importantes en Cannes) obtuvo el Astor de Plata al Mejor guión por un Jurado presidido por Paul Schrader, junto a Gerardo Herrero, Valeria Sarmiento, Carlos Vermut. Soledad Villamil y Manuel Yañez Murillo. El astro de Oro fue para el film turco Come to my voice de Huseyin Karabey. Hay que decir que el premio fue cuestionado y mal recibido en general por una parte de la crítica que sugiere que Schrader (solo lo nombran a él) debería haber premiado a Lisandro Alonso, o Pedro Costa. Incluso leí por ahí que a Schrader lo describen como “mala onda”, en el mejor de los casos.

A ver…por un lado, mejor o peor película es algo relativo. Supongamos que creemos fervientemente que hay mejores o peores películas, y no películas que responden a cánones o estilos, ¿es Schrader el único responsable de una votación injusta? En el catálogo figuran 6 miembros del Jurado (los mencionados). Si a un hombre que hizo grandes aportes al cine (por su guión de Taxi Driver desde ya pero también como ensayista) lo dejamos en el lugar del déspota porque elige una película que no nos parece, en realidad los que actuamos como déspotas ¿ no somos nosotros?. Por otro lado, ¿por qué tendría que ser Paul “buena onda”?

Si tengo que pensar en términos estéticos (la verdad no tengo otra manera de referenciar que no sea esa) no me extraña que Schrader no haya premiado Jauja. Si el hombre es, o no, un “mala onda” es su problema, o de sus familiares y amigos. Schrader es un profesional de guión férreo y que tiene siempre muy presente la historia del cine, y Alonso no es un cineasta precisamente de guión duro y tampoco se muestra muy interesado en la Historia del Cine y/o sus directores canónicos. Al menos así lo manifestó en la presentación de Jauja la semana pasada en Buenos Aires cuando le pregunté si junto a Fabián Casas habían tenido presente Más corazón que odio (The Searchers, 1956) cuando escribieron el guión y me respondió que no había visto la película.

Con esto no quiero decir que Schrader o Alonso sean uno mejor que el otro, o que uno tenga una ventaja sobre el otro, simplemente señalo que ambos encarnan concepciones sobre el cine muy divergentes y las dos necesarias. Desde ya, hubiera sido interesante que Schrader le diera el galardón a Alonso, pero si eso no ocurrió tampoco es para crucificar a un profesional que fue el guionista de muchas de las películas más importantes del Siglo XX; y siempre fue bien critico con ciertos aspectos de la sociedad norteamericana donde nació y desarrolló su carrera.

En tal caso, Alonso tenía más posibilidades de llevarse un galardón si Valeria Sarmiento, la esposa de Raúl Ruiz, hubiera presidido el jurado. En muchos aspectos Jauja es una película ruizeaña: por su recurrencia al sueño, la inexactitud temporal e histórica, la mezcla de lo local y lo foráneo (el gaucho y el danés), la proliferación de referencias tomadas de distintos géneros: poesía, canciones. Recomiendo Jauja, la valoro y me parece una película bella (si cabe el adjetivo). También valoro a su director y su filmografía y en este caso además a su actor Viggo Mortensen que demostró un compromiso muy fuerte con el proceso creativo del trabajo. Pero no estoy enojada con Paul y el enojo circundante me parece un poco incomprensible. 

Un “ganador” del festival fue Mathieu Amalric que se llevó el Premio al Mejor Director. Le chambre bleue, The blue room, es una transposición de la novela homónina de George Simenon y una fusión entre el género de amour fou francés y las películas de juicio norteamericanas, con tintes chabrolianos. Me sorprende que Amalric pueda lograr al mismo tiempo una mirada exterior, de conjunto, sobre la historia y al mismo tiempo interior, desde su personaje. The blue room, es una película de guión preciso, contada de adelante hacia atrás, y donde la atención está puesta tanto en develar quién es el asesino, cosa que se sugiere pero no se resuelve, como en la manera en la cual se le van brindado al espectador datos para que saque sus conclusiones.  

Peter Strickland no se llevó ningún premio aunque El duke de Burgundy es una película interesante y original por su relectura de los vínculos del amo y el esclavo, puestos en juego a través del vínculo amoroso entre dos mujeres aficionadas al estudio de las mariposas. Strickland es un director manierista e inteligente y a tener bien presente: ya con Barberian Sound Studio, que obtuvo un premio en el Bafici del 2013, se había presentado en Buenos Aires como un cineasta original.

Fuera de competencia Hal Hartley con Ned Rifle nuevamente demostró que se puede hacer una película chica, con poco presupuesto, entretenida, sin que eso signifique superficial, o tonta. Al contrario, Ned Rifle es una crítica a una sociedad que engendra monstruos de distintos tipo. Hartley se las ingenia para escribir una comedia que termina en tragedia sin juzgar taxativamente a sus personajes y continuar diez años después lo que empezó con Henry Fool. Las películas de Hartley son críticas con la sociedad que las origina y también impensables sin sus actores, tanto Liam Aiken como Aubrey Plaza logran momentos maravillosos: cine de autor-actor.

Se fue una edición más del Festival de Cine de Mar del Plata que el año que viene cumplirá 30 ediciones aún cuando este año celebraba 60 años desde su nacimiento. Felizmente, desde su reinserción en el año 1996 ha logrado su continuidad.






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