viernes, 30 de enero de 2015

American Sniper de Clint Eastwood

Si algo aprendí al momento de analizar, o tratar de hacer una lectura sobre las películas, es a desconfiar de las primeras impresiones, los primeros juicios que acuden inevitablemente a la mente después de mirar un film. En este sentido, si me hubiera dejado llevar por la primera reacción que tuve al salir de ver American Sniper este texto sería diferente. Es que lo primero que sentí fue un rechazo profundo a la película. ¿Cómo era posible que Eastwood realizara una película como Gran Torino y años después un film repulsivo como este? Es cierto que Eastwood se definió a sí mismo como Republicano, pero su posición como cineasta sobre la guerra en Irak ¿es igual a la del personaje principal de su película?

Debo confesar que hacía mucho que no salía del cine confundida: no soy adepta a las películas de guerra y esta, sonido surround 7.1 mediante, me dejó un tanto agobiada. Sin embargo, a medida que pasaban los días, pensaba y recordaba el film, se me aparecían detalles que contradecían lo que sentía. Traté de escribir este texto desde la película y de pequeños pasajes en esta que me llamaron la atención y no podían encajar en mi primer rechazo al film. Al hacerlo tuve en cuenta no solo la trama, sino también algunos puntos de vista que podrían representar al narrador que está afuera de la historia.

Es cierto que estos detalles son menos obvios que la infinidad de minutos que el realizador destina a filmar la guerra desde el punto de vista de su “héroe”. En este sentido, si American Sniper tiene una pariente lejana es Hereafter donde “el viejo” Clint demostraba sus dotes para rodar escenas inmersivas con el mismo talento que sus colegas más jóvenes.


La película cuenta la historia de Chris Kyle, un marino y experto francotirador de la ocupación norteamericana a Irak, conocido como La Leyenda, por su “eficacia”.  Una eficacia que lo lleva, incluso, a asesinar niños. La matanza del niño aparece en los primeros minutos del film (se puede ver en el trailer): Un primer plano del rostro nos muestra en posición de ataque a Chris cubriendo la entrada de un grupo de marines a unos edificios presumiblemente tomados por una milicia iraquí. Kyle ve a un hombre que habla por celular en una terraza y a los segundos una madre y un niño salen por la puerta del inmueble. Kyle identifica que esta tiene algo entre manos, lo describe como una granada y si bien duda, termina disparando y matando a los dos.

Eastwood alterna entre el espacio donde se desarrolla el combate (por momentos filmado casi como un video-juego, con la misma frialdad que tienen estos) y el espacio cotidiano de Kyle. En este último, nos va dando información del Navy Seal: creció en Texas, en una familia humilde, rígida y conservadora, su padre lo formó en el arte de la violencia reglada y le dio herramientas para que desarrolle las aptitudes - “innatas” le dice en un momento-que el chico tiene para el tiro. Su vida es como la de cualquier cowboy hasta que, desilusión amorosa mediante, siente el llamado de proteger a su patria y se alista. Más tarde, se enamora, se casa, estalla la guerra en Irak y hacia allí va.

Existe un ir y venir en el relato que se corresponde con los viajes de Kyle. Y este vaivén introduce algunos cambios de punto de vista. Si bien la mayor parte de la acción la vemos desde la mirada de soldado,  y/o de cómo sus colegas militares lo ven a él (como a un héroe, un tipo a prueba de todo, incluso de hacerse sus necesidades encima con tal de no perder posición) en la parte del relato que transcurre en territorio norteamericano, Kyle es visto por los otros y mostrado como un auténtico chiflado (por ejemplo está sentado frente a un televisor apagado con cara de nada).

Eastwood no es muy obvio en este viraje del punto de vista– quizás porque la familia Kyle participó del desarrollo del guión- pero no por eso no les hace decir a los otros personajes lo que tienen que decir. Por ejemplo, la obstetra de su primogénito lo revisa espontáneamente y le dice que se tiene que calmar, su esposa insiste una y otra vez con que lo ve mal y la guerra no tiene sentido (las veces que le habla casi que solo le dice eso), el psicólogo le sugiere ayudar para ayudarse. En síntesis, todos los que son ajenos al combate y la milicia, le afirman que él no está bien. Funcionan como un contrapunto, casi como un coro griego, por eso también sus diálogos suenan disonantes y poco verosímiles.

La mirada que Kyle y sus compañeros tienen sobre Irak y sus habitantes responde al estereotipo racista: los nombran salvajes, los ven actuar como tales. Los “salvajes” matan a niños de una manera igual o más cruel que Kyle. Sin embargo, una escena no tiene que ver con esta mirada: la que muestra que el francotirador antagonista de Kyle también tiene, como este, una esposa y un bebé. Esa imagen, fuera del alcance de la mirada del Seal, humaniza al contrincante, lo muestra desde otra arista.  No es la mirada de Kyle es de quien está afuera de esta historia.

Esa otra mirada, y lo dicho más arriba, me llevan a creer que la película no solo está gobernada por el punto de vista del francotirador. Por otro lado, esta escena sugiere una continuación: teniendo en cuenta que Eastwood filmó La Conquista del Honor y Cartas desde Iwo Jima – dos películas sobre la Segunda Guerra Mundial contadas desde el punto de vista japonés y norteamericano- ¿no podemos especular con que en este pasaje está anticipando sus Cartas desde Irak? Sería éticamente esperable.

En otra escena no solo vemos otro punto de vista, también vemos cuestionando el punto de vista de Kyle. La misma transcurre en su casa: En una reunión familiar su hijo juega con la mascota de la familia y el militar interpreta que lo está lastimando por eso salta de su silla para aniquilarla. El tema es que el único que interpreta eso como un ataque es Kyle. Entonces ¿no será acaso que su visión está distorsionada? ¿No será acaso que su visión falla?

Como Travis en Taxi Driver, Kyle no puede sacar de su mente los tópicos ópticos y sonoros horrorosos de una guerra. Para Kyle, el horror de la guerra fue algo tan real que se transformó en algo irreal, en una pesadilla diurna que todo lo invade. Como Travis, Kyle ve mal, distorsionado. Esta escena esta ahí y nos dice que Kyle no está en su sano juicio, ve lo que él cree ver. Eso se lo hizo ¿solo la guerra? ¿O acaso Kyle no caza desde pequeño? ¿No nos está sugiriendo Eastwood que Kyle es Kyle por como lo criaron?

La secuencia de la tormenta de arena, el último combate en el que participa Kyle, está filmada como si fuera un sueño: torna al campo de batalla en un espacio como de otro planeta, indecible: no se ve casi nada, no se sabe quiénes son los de un bando u otro, quienes sobreviven y quienes no, las figuras están borroneadas. La  tormenta de arena borra las formas y evidencia lo absurdo del combate. El punto de vista ya no le pertenece a nadie. Ni siquiera al narrador que está afuera y tampoco ve nada: lo que no se ve, en el cine tal cual como lo conocemos, en general no se entiende y esa es la última secuencia de combate de toda la película. Mirar algo que no se entiende.

American Sniper es una película compleja pero que tiene ciertos matices a los que está bueno prestar atención para no caer en lecturas fanáticas. No creo que sea la película de un progresista - Eastwood no es Linklater- pero tampoco me parece que el cineasta esté haciendo un panfleto sobre la guerra, o un homenaje a su protagonista. De hecho, separa el cartel negro con el que clausura la historia de Chris Kyle de las imágenes documentales del final (queda a libre albedrío del espectador interpretarlas). Eastwood no es Linklater (que a través de sus personajes de Boyhood cuestiona la guerra, la adjudica solo a intereses económicos) pero tampoco es Spielberg.

El año pasado, por esta misma época The Act of Killing (ver en este blog) generó polémica. Recordemos que la película era un documental que le daba voz y voto a unos torturadores indonesios que aún no han sido juzgados por crímenes de lesa humanidad y se consideran a sí mismos héroes. Me cuesta entender que críticos que recepcionaron “positivamente” esa película hoy se sienten ofuscados con esta. Es cierto, American Sniper no termina como Boyhood -con esa hermosa canción que dice I don't wanna be your hero”- pero tampoco festeja la heroicidad: en tal caso la expone brutalmente en toda su crudeza y contradicción.


sábado, 10 de enero de 2015

Foxcatcher

Mark, en el país de las pesadillas

Desde Citizen Kane, quizás antes también, los espectadores estamos familiarizados con que el cine norteamericano nos muestre las excentricidades de algunos millonarios (Kane coleccionaba animales y piezas de distinto valor arqueológico) y también algunos de sus bizarros comportamientos. Salvando las distancias estilísticas y conceptuales, Foxcatcher de Bennett Miller también discurre sobre la alienación del poder cuando va de la mano de mucho dinero. Basada en una historia real, la película cuenta los dramáticos sucesos ocurridos en los años ochenta del S. XX entre la familia Du Pont, su heredero Jonh y los Schultz: dos hermanos campeones olímpicos en lucha. ¿Cómo es que familias que no estaban destinadas a encontrarse terminan haciéndolo?

Pues bien, ahí comienza la historia de la película. Un día, luego de su entrenamiento habitual, Mark, el hermano menor, es contactado sorpresivamente por el apoderado de John que le cursa una invitación a la morada Foxcatcher para una entrevista. La comunicación y la llegada a la mansión funcionan como el anuncio de que cosas fantasmales, de cuento de terror, podrán ocurrir a partir de allí. Pues si bien el comienzo de la película tiene un aire hiperrealista (el entrenamiento, la charla a los estudiantes) desde la llamada hay elementos de la puesta en escena que cooperan como para que el ambiente se enrarezca. De hecho, la llegada a la mansión desde el aire, es como fantástica. En el encuentro John (Steve Carell) le sugiere a Mark apoyarlo, ser su mecenas. Este último, conmovido, acepta la propuesta sin imaginar que allí comenzará una suerte de calvario con un desenlace insospechado.

No voy a develar detalles de la trama, nunca lo hago por respeto a quienes lo vieron, pero sí quiero señalar algunas cosas sobre esta: en principio que a pesar de ciertos trazos gruesos (sobre los que iré más abajo) me pareció una película interesante en su mirada, y en general bastante coherente con una ideología. Por ejemplo, teniendo en cuenta que muchas películas del estilo son ambiguas con respecto al uso de armas, me pareció que este film deja claro que el libre acceso a estas no es lo mejor que le puede ocurrir a una sociedad. En algunos aspectos, podríamos especular con que es una película demócrata. Por otro lado, en su desenlace también deja claro que el enemigo de la familia norteamericana no viene en este caso del exterior sino del corazón mismo de la Nación.

Claro, Bennett Miller no es Gus Van Sant, y por eso va marcando una suerte de tensión sobre los objetos para que todo termine de resignificar en el final. No, no estamos aquí frente a un tipo de narración donde predomine el plano secuencia. Más bien, es un relato de tipo convencional, que va sumando información a la trama y, salvando algunos detalles, bien llevado. Los detalles tienen que ver con los rasgos de algunos personajes, estos están construidos resaltando solo algunas de sus partes. Tomo a Mark: cuando se describe su curriculum al momento de firmar el contrato con Du Pont se afirma que es graduado en literatura de una universidad, y sin embargo actúa como si no tuviera ningún tipo de instrucción (es un poco reduccionista pensar que porque se dedica a la lucha el tipo es una bestia). John, es justamente todo lo contrario: es el tipo instruido, “fino”, que escribe y sabe de distintos temas.

El mejor de todos los personajes, por sus ambigüedades (pero también por la función que ocupa y como lo ocupa), es Dave quien en Mark Ruffalo encuentra al mejor actor. Admito que mis expectativas eran ver brillar a Steve en su papel dramático (creo que es uno de los cómicos más sutiles de los últimos años, un auténtico actor-autor) pero Ruffalo se lleva aquí todos los lauros. Cuando entra en escena y empieza a intermediar entre las fuerzas ocultas que circulan subterráneamente entre Du Pont y Mark la película se vuelve mucho más interesante. Es como si Ruffalo compusiera un papel de tintes brechtianos: tiene, como personaje, un punto de vista sobre lo que está pasando entre Mark y John, pareciera que posee como una información extra por sobre la historia misma y actúa en consecuencia, tratando de mediar.


Carell está bien en su rol, claro, sobre todo, en la pose corporal, pero algunos de los giros psicopáticos que hace en medio de los diálogos, recuerdan a sus intervenciones en The Office (la serie) donde compone al Gerente de la Oficina. En esta última, lo que más disfruta hacer como personaje es interrumpir el curso de una situación para decir cualquier cosa, no aportar “nada” (es totalmente surrealista). Sin embargo, esa sutileza maníaca y desconcertante por interrumpir aquí aparece pero solo en su gesto exterior, no con la brillantez que lo caracteriza en su composición de Michael Scott. ¿Será acaso que el maquillaje le dificultó cierta plasticidad? 
Otro aspecto que no es desarrollado del todo, es la supuesta homosexualidad, o la atracción, entre Du Pont y Mark. ¿Tuvieron un vínculo homeorótico, o no? Quizás en su afán de quedar entre las películas oscarizadas, o quizás por cuestiones de presiones o permisos, Foxcatcher no profundizó en esto.

En pocas palabras, Foxcatcher tiene aspectos a destacar sobre todo en cuanto a su contenido que la hacen más jugada que otras producciones del estilo. El punto de vista de la película, el que no abandona, es el del hombre común, del trabajador. Otro punto a destacar, no solo como contenido social sino también como variación dentro de un género, es que la amenaza a la familia norteamericana no viene en este caso del exterior sino de su interior mismo.  Creo que este, a pesar de todas las críticas formales que se le puedan hacer a la película, es el aspecto a tener en cuenta para valorizar este film.